Dicen que todo el mundo tiene sus cinco minutos de gloria, y parece ser cierto. Aunque en algunos casos, más que de ‘gloria’, deberíamos dejarlo en simple ‘notoriedad’.
Con los países y territorios pasa otro tanto. Los hay que son noticia de forma permanente: Estados Unidos, Israel, Iraq, Rusia; y hay otros que tan sólo ocupan las portadas de vez en cuando: Francia, China, Venezuela, Egipto.
Y hay un tercer grupo que parece que son la excepción que confirma la regla, y que no han estado jamás en el foco de atención, como Groenlandia.
Esta isla debería tener una mayor presencia en los medios, pero no es así. Ya sea por la belleza de sus pueblos y paisajes, por la inexistencia del derecho de propiedad, por no haber ninguna carretera que una dos núcleos habitados, por ser la isla más grande del mundo (la segunda si tenemos en cuenta a Australia), por haber sólo 2 semáforos en toda la isla, porque no hay árboles, o por un sinfín de razones más, este territorio habría de ser noticia más frecuentemente.
Ya sabemos que los medios de comunicación se centran casi exclusivamente en la política, en la economía y en el fútbol. No hay espacio para otro tipo de acontecimientos a los que los redactores no les conceden ni siquiera el rango de noticia.
Sin embargo, hoy en día todo el mundo (al menos el científico) está pendiente de Groenlandia, de las variaciones de su capa de hielo, del deshielo de sus glaciares, y del derretimiento del hielo superficial, en los que creemos encontrar la evidencia del calentamiento global del planeta.
Pero ésta no es la única vez en que Groenlandia ha interpretado un papel decisivo en el desarrollo de la Historia universal.
Groenlandia fue, en tiempos de los vikingos, una escala más entre Escandinavia y Vinlandia (las actuales isla de Terranova y península del Labrador, en Canadá). En especial desde que a Erik el Rojo le expulsaron de Islandia por mala conducta.
Erik huyó hacia el oeste y se encontró con Groenlandia, donde vivió durante tres años explorando sus costas hasta que regresó a Islandia. Con el fin de atraer colonos al nuevo territorio, le llamó Greenland (tierra verde), a pesar de que allí la hierba apenas si puede imponerse tímidamente al hielo durante un corto espacio de tiempo al año, y en lugares muy concretos.
El caso es que muchos vikingos picaron en el anzuelo del sugestivo nombre, y se animaron a establecier varias bases en la isla.
El siguiente salto hacia el oeste lo daría Leif Erikson, el hijo de Erik, llegando hasta Terranova, a la que denominó Vinland, o ‘Tierra del Vino’, al hallar viñedos en aquellas latitudes. Los vikingos construyeron unos cuantos asentamientos, pero los pieles rojas americanos resultaron ser mucho más hostiles que los inuit groenlandeses, así que se volvieron por donde habían venido.
Finalmente los vikingos abandonaron también Groenlandia, no se sabe si por voluntad propia o porque los inuit los expulsaron. El caso es que esta ruta del norte hacia América cayó en el olvido durante un tiempo.
No obstante, siempre quedaba alguien que sabía de su existencia. Así, el Vaticano guardaba un mapa en el que figuraban tanto Groenlandia como Vinlandia. Además, tenían la constancia de que en 1112 del Papa Pascual II había nombrado a Erik Upsi obispo de Islandia, Groenlandia y Vinland.
De todo esto era conocedor Cristóbal Colón, que en 1477 se enroló en una expedición patrocinada por los reinos de Dinamarca y Portugal, y que viajó hasta Islandia.
Allí trabó amistad con el obispo, que le habló de las antiguas leyendas sobre los territorios al otro lado del océano. Así que, según refirió posteriormente en una carta a los Reyes Católicos, prosiguieron su viaje otras cien leguas al oeste, lo cual le habría permitido llegar hasta Groenlandia, y así pisar por primera vez el continente americano, 15 años antes de que pusiera el pie en la isla de Guanahaní. E incluso no se descarta que llegase hasta Terranova y a la península del Labrador.
Y en el caso de que en dicha expedición no llegara hasta la parte continental de América, si parece cierto que Colón también tuvo acceso al misterioso mapa en poder del Vaticano, bien de forma directa, o bien a través de una delegación que envió a Roma, que confirmaba la existencia del territorio de Vinlandia, por lo que no es de extrañar la vehemencia con la que defendió su proyecto ante los Reyes Católicos.
Así que parece que hace 500 años, un territorio aparentemente desértico y carente de interés como Groenlandia, también estuvo en el centro de atención, jugando un papel decisivo para el re-encuentro de los mundos.
Por ello no debemos minusvalorar la importancia de aquellas cosas que nunca ocuparán los titulares informativos (y que casi es mejor que no lo hagan), porque en ellas está la clave de lo que acontece en nuestro planeta.
Creo que el frío que vamos a tener este fin de semana procede directamente de Groenlandia. Así que muy malo no puede ser. ¡Buen finde a todos!
Y si os gustó la historia, puedes difundirla a través de cualquiera de las redes que te propongo a continuación:
Es posible que Colón conociera los viajes vikingos pero es solo una de las teorías, otros posibles descubridores como los chinos pueden ser también la clave: ¿Fue Colón el primero en descubrir América?
ResponderEliminarSin duda el debate sigue abierto. He realizado múltiples consultas, en páginas como la que refieres o como http://siglosdeevolucion.blogspot.com.es/2013/02/mitos-y-realidades-de-cristobal-colon.html Las teorías son de lo más variadas. Yo me he decantado por una de ellas, porque me parecía que estaba bastante documentada, pero eso no significa que por ello sea la que se ajusta más a la realidad. Simplemente era la que se ajustaba más a mi relato. Saludos, y gracias por compartir la información..
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