Uno de los ámbitos en los que la extensión de las redes
sociales ha tenido mayor repercusión ha sido el de la amistad.
El diccionario de la RAE define amistad como: ’Afecto
personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se
fortalece con el trato.’ Quizás deberíamos revisar esta definición, o quizás
no.
Hoy en día, gracias a Internet, estamos conectados con
nuestros amigos de toda la vida, y con los más recientes. Amigos con los que
hemos tomado muchas cañas y otros con los que no nos hemos tomado ninguna.
Amigos que estuvieron ahí en los momentos difíciles, y otros que seguro lo
estarán en el futuro. Amigos con los que compartes gustos, y otros que opinan
de forma diametralmente opuesta. Amigos de la escuela, del instituto, de la
universidad. Compañeros de trabajo y familiares, y sin embargo, y a pesar de
ello, amigos. Y algunos conocidos a los que elevamos a la categoría de amigos,
y que a fuerza del trato y en virtud de la definición, terminarán siéndolo.
De vez en cuando miramos de reojo el contador de amigos de
nuestros amigos. A veces con curiosidad, otras con cierta envidia, o con
indiferencia, o con admiración. Estamos acostumbrados a medirlo todo, a
cuantificar todos los aspectos de la vida, como si la cantidad fuese lo
importante, y la amistad tampoco se escapa de esta moda contemporánea.
Hay quienes incluso viven obsesionados por ello. A ellos, y
a todos los demás, va dedicada mi nueva entrada en Matifubol: Desayuno con Matemáticas. Espero que os
guste.
Y gracias por estar ahí, incluso si no la leéis. O si no os
gusta.
Buen fin de semana.
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