Ya es primavera. Los árboles se
llenan de flores que dentro de nada se convertirán en deliciosos frutos. Uno de
ellos, quizás de los más sanos, y de los que mantiene durante más tiempo su
valor nutritivo, es la manzana.
Dicen que en la casa donde entran
las manzanas no entra el médico, y también utilizamos el dicho de ‘estar sanos
como una manzana’. Y es que esta fruta tiene numerosas propiedades medicinales:
antiinflamatorias, diuréticas, anticatarrales, anticolesterol, hipotensoras, sedantes,
e incluso anticancerígenas.
Sin embargo, y pese a todo ello,
la manzana no goza de buena reputación. Podemos, por ejemplo, fijarnos en la
manzana prohibida de Adán y Eva, origen de que todos tengamos que ganar nuestro
sustento con el sudor de nuestras frentes.
Más peligrosa aún fue la manzana
de la discordia, cuyo destino debía ser para ‘la más bella’, y que tras una
encendida disputa entre las diosas griegas Hera, Atenea y Afrodita, desembocó
en la Guerra de Troya.
Otra manzana ‘maldita’ es la
manzana envenenada de Blancanieves, símbolo del engaño, y que juega con la
asociación de su color rojo con el de la sangre, símbolo de muerte.
Tampoco en el refranero popular
sale muy bien parada: todo el mundo habla de la manzana podrida que contamina
todo el cesto.
E incluso la Ciencia, que tanto
le debe por su notable contribución a que Newton descubriese la Ley de la
Gravedad, le ha rendido el merecido tributo: de todos es sabido que la Tierra
está achatada por los polos, y que tiene una forma indiscutible de manzana.
Pues bien, en todos los escritos aparece que La Tierra tiene forma de ¡¿pera?!
Y por si no tuviera bastante, los
científicos no han encontrado otro nombre mejor con el que denominarla que el
de ‘Malus’ domestica.
Sin duda, hoy en día no hay nada
como la imagen y el márketing, y en ese aspecto hay que decir que el de las
manzanas deja mucho que desear.
Tan sólo han obtenido un modesto
éxito al conseguir que la capital del mundo, Nueva York sea conocida por el
nombre de la ‘Gran Manzana’. Para ello, los neoyorquinos se han inventado una
bonita historia en la que sostienen que dicho título se debe a que, de la misma
forma que en los hipódromos, los caballos corren como locos porque saben que al
final de una buena carrera serán recompensados con una rica manzana roja,
también la ciudad de los rascacielos significa una meta y una recompensa para
todos aquellos que quieren triunfar en esta vida.
Pero ni siquiera esta bonita historia
ha podido silenciar del todo a aquella otra que cuenta que dicho sobrenombre le
viene de un conocido burdel neoyorquino de principios del siglo XX, regentado
por una madame llamada Eva, a la que muchos conciudadanos acudían a dar un
bocado.
Espero que paséis un buen fin de
semana. Parece que por fin el tiempo va a acompañar para hacer alguna
excursión, o al menos para dar una vuelta a la manzana.
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