El verano se acaba, y la gente retorna a su casa y a su trabajo. Largas caravanas de coches se forman a las entradas de las grandes ciudades, tras recorrer cientos de kilómetros desde sus destinos de vacaciones.
El viaje de regreso que se antoja interminable, a pesar de que las autovías permiten un tránsito más rápido que las carreteras de antaño. Quizás sea la monotonía de las mismas lo que las hace insufribles.
Y es que ya nadie sabe si está atravesando el Bierzo, el Campo Arañuelo, los Monegros o la Plana. Las carreteras se han despersonalizado desde que autovías y circunvalaciones nos alejaron de los pueblos y las ciudades que atravesaban Ya ni siquiera existen aquellos enormes cartelones publicitarios, que proliferaron desde mediados del siglo pasado.
Primero se emplazaron los carteles del Nitrato de Chile, un fertilizante para las cosechas que adquirió gran popularidad entre los agricultores de aquella época.
Luego vinieron los enormes muñecos neumáticos de Michelin, señalándonos las ventajas de calzar dichas gomas.
Y finalmente fueron las empresas de licores espirituosos las que se lanzaron a conquistar los márgenes de nuestras carreteras. Toros, botellas coronadas con sombreros cordobeses y guitarra en mano, y misteriosas siluetas encapuchadas mantuvieron una lucha sin cuartel por captar nuestra atención y determinar nuestro subconsciente a la hora de decidir la bebida que tomaríamos en el aperitivo.
El caso es que, bien porque el alcohol y la conducción no casan muy bien, o porque los carteles desviaban peligrosamente nuestra vista de la calzada, las autoridades acabaron por prohibirlos y retirar la mayor parte de ellos, a pesar de que el alzamiento de figuras de colosales proporciones constituye una costumbre antiquísima en nuestras tierras.
Hace unos mil años, cuando los seguidores de Mahoma y los de Jesucristo se repartían nuestra geografía, las montañas del Sistema Central constituían una frontera natural entre ambos contendientes.
Por entonces, el Reino de León acababa de adaptar la figura de este animal como símbolo de su escudo, anteriormente adornado con una cruz. En un principio se trataba de un león pasante, esto es, andando, aunque con el paso del tiempo el león alzó las patas delanteras y se convirtió en rampante.
Los leoneses levantaron en lo alto de la sierra unos enormes carteles con figura de león, con el fin de intimidar a los sarracenos. Aunque hay quien afirma que en realidad lo que hicieron fue tallar algunos leones en ciertas rocas prominentes. Sea como fuere, parece ser que las figuras no destacaban por su realismo, y los árabes las tomaron más bien por inofensivos gatos. De ahí que dieron en llamar a aquel paraje ‘Sierra de Gata’.
Hicieron mal en confiarse los musulmanes, ya que en esta ocasión el león resultó ser más fiero de lo que lo habían pintado, y pronto les cayeron encima las mesnadas cristianas desde aquellas cumbres, invadiendo todo aquel frondoso lugar.
Los conquistadores trajeron consigo numerosos paisanos dispuestos a repoblar aquellas tierras, y sobre todo un dialecto que aún conservan los lugareños. Se trata de la llamada fala, una inusual y pintoresca reminiscencia del antiguo idioma galaico-portugués, con influencias del astur-leonés, que a lo largo de los siglos perdió terreno frente al pujante castellano en casi todo el territorio, pero que en aquellos recónditos valles aún se conserva.
Recientemente esta comarca se ha hecho tristemente famosa por el incendio acaecido en la primera quincena de agosto. Miles de hectáreas arrasadas por el fuego, muy probablemente debido al descuido, insensatez o irresponsabilidad de algún individuo.
Ahora los políticos y responsables corren a hacerse la foto delante de los árboles quemados, manifestando su férrea voluntad de luchar contra la desertización, implementar medidas de prevención, dotar de mayores medios para combatir estos fuegos y habilitar un canal de ayudas para los afectados.
Las mismas palabras que ya les oímos articular la última vez que se quemó un bosque, y la anterior, y la anterior a la anterior. Hueras declaraciones que se diluirán en la segura comisión que formarán para estudiar el caso, y que a buen seguro concluirá sin ninguna medida efectiva que prevenga un nuevo atentado contra el medio ambiente.
Los afectados verán como poco a poco se retirarán los periodistas, los comisarios, las fuerzas de vigilancia. Las ayudas llegarán tarde y mal. Y los responsables de la desorganización, de la falta de prevención, de la incompetencia y de la inacción seguirán en sus puestos, con unos billetes más en sus bolsillos fruto de las dietas y comisiones.
Y procurarán no volver por aquella zona nunca más, huyendo como gatos escaldados, no sea que alguien les reconozca y les recuerde sus palabras. Ellos se lo pierden, ya que la comarca bien merece una visita. ¿Os animáis?
Aquí os dejo la banda sonora que encontré en internet para este artículo:
Sed bienvenidos a la nueva temporada de 4vium. ¡Hasta el próximo viernes!
Estamos contigo.
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