Hola, buenos días, ¿qué tal?
Es una frase que usamos habitualmente, y que denota buena
educación, simpatía y preocupación por los demás. La solemos utilizar con
familiares o amigos. Con los simplemente conocidos, la pregunta tiende a
desaparecer.
Lo que ya no es tan habitual es que alguien completamente
desconocido te aborde por la calle con semejante saludo, a la par que esboza
una magnífica sonrisa.
¿Querrá algo? ¿La hora? ¿Saber cómo se llega a algún sitio?
¿Fuego? ¿Una encuesta? ¿Le habré visto antes, y no me acuerdo de él? Esperas
durante unas décimas de segundo a que la persona se arranque con la siguiente
frase, pero no ésta no llega.
Comienzas a barajar la idea de que no se encuentra en sus
cabales, bien por motivos coyunturales (ha tomado alguna sustancia psicotrópica
o estupefaciente) o bien por motivos más permanentes (ligeras disfunciones de
la capacidad cognitiva).
Pero por su forma de comportarse, su aspecto físico y su
vestimenta, no denota ningún tipo de anomalía externa ni interna.
Una vez descartados todos estos parámetros, acabas cayendo
en la cuenta de que simplemente podría tratarse de una persona amable,
simpática y feliz, que gusta de saludar al prójimo sin ningún otro motivo.
Has tardado unos segundos en deducirlo, pero aún estás a
tiempo de devolverle el saludo, antes de que se aleje más de tu lado...
Todavía quedan personas así de raras, y lugares extraños donde
la gente sonríe y saluda cuando se cruza con un desconocido. ¿O los raros y
extraños seremos todos los demás? La semana pasada estuvimos en un sitio así, y da que pensar.
Os deseo a todos, conocidos y desconocidos, un buen fin de
semana. Y por favor, sonreíd mucho.
'Una sonrisa significa mucho. Enriquece a quien la recibe; sin empobrecer a quien la ofrece. Dura un segundo pero su recuerdo, a veces, nunca se borra.' Anónimo.
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