No habrá gloria para los segundos. Nuestra sociedad es verdaderamente injusta. Sólo profesa admiración por aquellos que triunfan. De nada sirve quedar segundo, o tercero, o decimoquinto.
En los deportes, recordamos al equipo que ganó la liga, al tenista que ganó un Roland Garros, al piloto que ganó en Montecarlo, o al atleta que ganó la maratón de Boston, por ejemplo, pero casi nadie se acuerda del que quedó subcampeón, y mucho menos de los que quedaron en puestos inferiores. Y sin embargo, quizás el esfuerzo de éstos fue muy superior al del vencedor, o tal vez todo se decidió por la suerte, por un gol en fuera de juego, por una pequeña lesión en el tobillo o por la climatología.
En las artes, todos recuerdan a los artistas o películas ganadoras de los Óscar, pero casi nadie se acuerda de los nominados; ni tampoco en los premios literarios, en los premios Nobel, en las listas de grandes éxitos o en los festivales de Eurovisión. Y la diferencia entre unos y otros a veces sólo estriba en el número de amistades con las que cuenta cada uno de los participantes en el jurado, o en su procedencia, o en el dinero gastado en la promoción de sus obras.
Todos nos acordamos de los presidentes de EEUU, Alemania o Francia, pero difícilmente pasarán a la historia los vicepresidentes o los ministros, a pesar de que los primeros ocupan la mayor parte de su tiempo viajando, atendiendo a los medios, y asistiendo a congresos, reuniones e inauguraciones, mientras que quienes realmente ejecutan la política son estos personajes secundarios, quizás más válidos que sus propios jefes, pero con menos apoyos en el partido, o menos fotogénicos, o que no tuvieron la fortuna de estar en el sitio apropiado en el momento justo.
Así ocurre en todos los órdenes de la vida. No solemos valorar el mérito, el trabajo, la constancia, el esfuerzo, el sacrificio de los demás. Tan sólo nos dejamos deslumbrar por aquellos que llegan a la cima, sin fijarnos en todos los que quedaron en el camino.
A algunos les podría servir de consuelo aquello de que los últimos serán los primeros en el reino de los cielos. Pero tampoco tenemos constancia de que ello vaya a ser así. De hecho, también nos encontramos con santos y vírgenes de primera, segunda y tercera división.
Hay santos como San Juan, San José o Santiago, y vírgenes como la del Carmen o la del Pilar, que ocupan las portadas de los almanaques. Y otros con menos tirón, que apenas si merecen un sitio en los santorales. Y tampoco se debe a que unos tuvieran más fe que los otros, o a que derramasen más sangre en sus martirios, o a que convirtiesen a un número mayor de infieles.
Hoy, sin ir más lejos, como indican los calendarios, se celebra en muchos sitios la festividad de San Marcos, rey de los charcos. No es que yo le quiera detraer méritos a dicho santo, que los debe tener para conseguir atraer a la lluvia todos los años por estas fechas, pero deja en segundo plano a otros personajes igualmente merecedores de atención, como San Aniano de Alejandría, San Agatópode, Santa Calixta, San Filón, San Clarencio, San Esteban de Antioquía, San Febadio, Santa Franca, San Pasícrates Santa Uña, San Pedro de Betancur o San Herminio.
A veces uno disfruta leyendo la revistas de atrás hacia delante, viendo los créditos antes que el resto de la película, revisando las clasificaciones desde el último puesto hasta el primero, o empezando los crucigramas por las últimas definiciones. Simplemente por justicia, y por puro placer.
Espero que este viernes segundón, que viene tras un Viernes Santo que se lleva todos los honores, sea el preludio de un extraordinario fin de semana para todos vosotros!
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