Según los estudios de los geólogos, su origen se debe al choque de la placa ibérica con la placa eurásica, allá por el Mesozoico. Aunque también hay otra explicación para su formación.
Al parecer, cuando Dios creó la Tierra, ésta era completamente lisa. Los ríos no sabían dónde nacer ni hacia dónde correr, los escaladores no tenía montañas a las que subir, y el sol a veces se despistaba y no sabía por qué punto del horizonte ponerse al no contar con ninguna referencia.
La vida era muy monótona y aburrida, así que un buen día Dios se echó a las espaldas a un saco lleno de enormes rocas, y caminó por toda la superficie del planeta repartiéndolas aquí y allá, formando así las montañas. Parece que cuando pasó por este lugar, el saco se le rompió y fue dejando un largo reguero de piedras, desde el Mediterráneo hasta el Cantábrico.
Mucho tiempo después, cuando Hércules visitó nuestra península, se quedó prendado de la belle Pyrene, una de las pléyades e hija del dios Atlas. Un día, mientras la princesa paseaba por unos prados, se topó con Gedeón, el enorme monstruo con forma de perro de tres cabezas.
Éste la persiguió por todo el bosque, y cuando la perdió de vista, ideó quemar el bosque para que Pyrene saliese de él y así capturarla. Pero Pyrene prefirió quedarse en el bosque, antes que salir y ser raptada por el monstruo.
Hércules fue avisado por un águila de la situación en la que se encontraba su amada, y corrió en su busca, y la encontró casi muerta, debido a todo el humo que había inhalado.
Pyrene murió en sus brazos, y Hércules dio un enorme grito con su nombre, que resonó por todos aquellos parajes, que desde entonces recibieron su nombre.
Fue entonces cuando Hércules decidió construir para ella un gran mausoleo, y enterrarla en un sitio bien alto. Así que recogió todas aquellas enormes piedras dispersas que se habían caído del saco, y las reunió en una bella cordillera.
Pyrene murió en sus brazos, y Hércules dio un enorme grito con su nombre, que resonó por todos aquellos parajes, que desde entonces recibieron su nombre.
Fue entonces cuando Hércules decidió construir para ella un gran mausoleo, y enterrarla en un sitio bien alto. Así que recogió todas aquellas enormes piedras dispersas que se habían caído del saco, y las reunió en una bella cordillera.
En uno de sus picos más altos situó la tumba de su Pyrene, construyendo en el lugar una preciosa torre, la torre de Urkulu, en el pirineo navarro, que aún se tiene en pie.
Espero que paséis un buen fin de semana. Y si podéis, no dejéis de visitar los Pirineos, u otra cordillera que tengáis más a mano.
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