Con el calor que está haciendo, nada apetece más que ir a la playa: darse un buen baño en el mar, para posteriormente tumbarse y descansar sobre la arena.
La arena es un elemento muy común en nuestra vida diaria, y la tenemos presente en numerosas expresiones como: moverse en arenas movedizas, hacer castillos de arena, aportar nuestro granito de arena, hacer una montaña de un grano de arena, o meter la cabeza debajo de la arena.
También hablamos de dar una de cal y otra de arena, esto es, alternar lo positivo con lo negativo, aunque aquí no queda nada claro a qué corresponde cada uno los términos. La arena es un elemento inocuo y aparentemente simpático, mientras que la cal es bastante tóxica.
Pero también es cierto que, como material de construcción, la cal es excelente aunque algo cara, mientras que la arena es un material barato, pero menos sólido. Por ello estos dos ingredientes se suelen combinar a partes iguales para fabricar el mortero, antecesor del cemento actual.
En todo caso, cuando hablamos de la arena, nos referimos a un conjunto de partículas disgregadas de las rocas, de cuarzo o sílice en su mayor parte. Si son muy finas, las denominamos arcillas o limos, si son de un tamaño normal, les denominados granos, mientras que si su tamaño es mayor, hablamos de gravas o cantos rodados.
Según los científicos, la arena es el resultado del proceso de erosión que sufren las rocas en contacto con las olas del mar, y que es transportada por las corrientes hasta sus orillas, donde se va depositando, o bien de la erosión eólica, en el caso de la arena de los desiertos. Además, según el tipo de roca de la que procede, su color varía desde el negro de la arena de procedencia volcánica, hasta la blanca proveniente de los arrecifes de coral.
Pero en realidad no fue ese su origen. Al principio de los tiempos, toda la Tierra estaba cubierta por un manto de verdes praderas y frondosos bosques. Dios creó a los hombres y les dotó de alma, y tan sólo les dio una recomendación: que no mintiesen.
No pasó mucho tiempo hasta que alguien dijo la primera mentira. Volvió Dios, y desagradado por su desobediencia, estableció que por cada mentira que dijésemos, sus ángeles arrojarían un grano de arena sobre la Tierra. Y se marchó confiado.
Cuando regresó a ver cómo iba su obra, vio que grandes zonas del planeta se habían cubierto de arena. El desierto avanzaba implacable, por la mendacidad de los hombres. Y lloró. Y una lágrima suya cayó en la arena, y formó los océanos que ahora existen.
Sólo queda desearos, para este fin de semana, que cantéis (una rumba, a ser posible), y que seáis felices. Y no dejéis que el desierto siga avanzando, por favor.
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